miércoles, diciembre 07, 2005

Elecciones: entusiasmo y desazón

Me gusta la política. Dije política, no politiquería. Que un comando rompa los afiches y las gigantografías del candidato rival, o que un postulante trate a otro de "populista", "mentiroso" o "incapaz", entre otros calificativos, me tiene sin cuidado en la medida que no sea una práctica usual (lo preocupante es que a veces parece serlo).
Lo que me importa es cómo la ciudadanía evalúa a sus representantes, qué esperan de ellos, el desempeño de los partidos y de la élite política, cómo el Gobierno, los parlamentarios y los partidos buscan reencantar a la gente (a estas alturas, ¿es posible?), la participación popular en las decisiones que nos afectan a todos...
Y las elecciones sí tienen que ver con todo eso. Por eso me fascina hacer cálculos, comparar promesas con logros, advertir cómo se mueven los personajes y las colectividades a partir de los resultados, ver cómo se va configurando el mapa político... me entretienen las elecciones.
Me entretienen como periodista, como participante y observador de un acto singular, contradictorio, masivo como ninguno. Me fascina sentir la tensión en el ambiente; porque, digámoslo, a medida que pasan las horas los nervios aumentan y la impaciencia se apodera de candidatos, comandos, partidos y toda la fauna política. Y también de nosotros, los electores; mal que mal y aunque muchas veces reneguemos de este rito, a la mayoría sí nos importa quién conducirá el Estado y quiénes legislarán; bien o mal, pero lo harán.
Queda poco para ese largo día, probablemente el más largo del año: ¿se han dado cuenta de que las horas parecen eternas el día de la elección? Pero, por más ansiedad o urgencia que tengamos, sólo cabe esperar.
Caras largas y tristes, sonrisas sinceras y cínicas, explicaciones de lo que no tiene explicación, proyecciones optimistas y otras definitivamente ilusas, palmoteos en la espalda, los dientes afilados de quienes ya se ven en un cargo (y "carguitos")... y toda la larga colección de gestos, reacciones y opiniones.
Es el día más largo, que espera porque caiga la noche. ¿A quién le caerá con más peso? Eso sólo lo sabremos el domingo.
Porque después, incluso habiendo segunda vuelta, volvemos de porrazo a la realidad: la desazón con un mundo de personas, grupos e intereses que se han repartido el poder (no sólo el Gobierno maneja cuotas de poder, recordémoslo), ése por el que traicionan y se desviven. Los mismos que sólo unas semanas antes de cada elección recuerdan que hay un Chile más allá de los pasillos y las paredes de La Moneda y el Congreso, para echar mano al otro ofertón navideño, el de las promesas. ¿Y cómo exigir que las cumplan? Sepa Moya. Al menos para el ofertón de regalos, está Sernac.